18 abril 2005

Acentos y coletillas

Hoy ha venido un alumno de la facultad de Filología a hacerme una encuesta. No sabía de que iba hasta que he empezado a hacerla, y se trataba de un estudio sobre como vemos los andaluces nuestro dialecto, la impresión que tenemos de la gente con marcado acento andaluz. Las preguntas eran del tipo "¿Siente que el nivel cultural de alguien que habla con acento andaluz es inferior a otro que habla con acento catalán? ¿Intenta corregir su acento andaluz para que no se note cuando habla?

Mientras hacía la encuesta me iba mosquando poco a poco, pues este es un tema en el que pienso y he pensado bastante a lo largo de mi vida. Yo, desde que llegué a Sevilla, he intentado, por todos los medios, deshacerme del ceceo característico de mi ciudad natal, y por otra parte, he intentado evitar el seseo sevillano que tanto odio. En mi carrera profesional me he encontrado con gente con un marcado acento que, inevitablemente, me hacía tener una idea preconcebida sobre su nivel cultural y gustos musicales (siempre que conozco a alguien por primera vez pienso en el tipo de música que creo le gustará).

Para mí, una persona con un fuerte acento andaluz es sinónimo de bajo nivel cultural. Se que no tiene porqué ser así, pero es que no lo puedo evitar. Pero es que lo mismo me ocurre cuando oigo a alguien con acento catalán o gallego (siempre hay niveles, de todas formas). Lucho contra mi subsconciente pero en algún momento de mi vida decidí que era así y no puedo quitarmelo de la cabeza. Yo siempre he apostado por el acento neutral, será porque soy muy práctico, y creo que cualquier referencia tan marcada a tus raíces en el mundo laboral es un inconveniente y no una ventaja.

Lo mismo ocurre con las coletillas, las cuales odio pero que soy consciente que algunas si que digo. A veces me pongo a escuchar alguna conversación en la que no estoy implicado y una misma coletilla puede ser repetida dos veces en una misma frase. Las que más odio: "¿sabes?", "illo", "cojones" y "¿sabes que pasa?", las cuales oigo diariamente en mi casa y en la escuela. Es algo realmente molesto que provoca verdaderos problemas de cabeza cuando uno se enfrenta a una exposición, presentación o cualquier acto que implique decir unas palabras en público.

Y lo digo, como ya he dicho, por experiencia.

6 comentarios:

eurocero dijo...

Caray, me parece bastante valiente reconocer que prejuzgas a la gente según su acento. Y digo que lo que me parece valiente es reconocerlo, porque pensarlo lo piensa mucha gente.

Yo también adopto un acento neutro, lo que mucha gente ve como una negación de mis raíces. Yo no lo veo así. Con mi padre suelo hablar en gallego, con mis amigos tengo, inconscientemente, un acento más marcado, y con los no-gallegos, acento neutro. Pues, qué quieres que te diga, a mí me parece un mérito tener capacidad de adaptación, de igual modo que saber distinguir cuándo adoptar un registro coloquial o formal o qué palabras forman parte de variedades dialectales o cuáles son comunes a todo el país.

Cuando hablo inglés también intento que mi acento se asemeje lo más posible al del inglés estándar. Lo que pasa es que muchas veces esto se vuelve tarea imposible en un ambiente de trabajo mayoritariamente español (hay gente que si no dices "jau ar llu" no te entienden). También se ve como un esnobismo y suele provocar hilaridad, pero una vez más, la adaptabilidad y la habilidad para poder adoptar distintos registros me parece un mérito, por mucho que se rían los que tienen uno solo.

eurocero dijo...

Otra cosa que me hace bastante gracia es el típico caso de aquél que es criticado porque, tras haber estado una temporada fuera de su lugar de origen, ha adoptado un leve acento o ciertas expresiones del lugar en cuestión. Para mí es adaptablidad al medio, y a base de oír continuamente una forma de hablar o expresiones muy comunes, las acabas adquiriendo inconscientemente.

Como digo yo, al que nunca se le pegará un acento de fuera es al que nunca ha salido del mismo sitio.

Mambotaxi dijo...

Totalmente de acuerdo, la capacidad de adaptación es fundamental. Yo, rizando el rizo aun mas, cuando hablo con mis padres por teléfono me salta automáticamente el ceceo a la boca, e incluso yo me doy cuenta.

Y lo de tomar el acento o las expresiones del lugar en el que vives suele pasarme también; tengo expresiones, finales de frase y de vez en cuando un leve acento extremeño por culpa de un amigo, que me lo ha pegado vilmente. Ya me hace gracia, pero es que no puedo evitar que me salga, con la consecuente pregunta posterior... ¿y tu de donde eres?

Anónimo dijo...

No nos engañemos, la gente que tiene un acento fuerte, sea de donde sea, es muy probable que tenga un bajo nivel cultural.

Anónimo dijo...

Me parece que la principal muestra de nivel cultural bajo es pensar que por tener acento eres un inculto. Soy valenciana y valencianoparlante de toda mi vida. Sé hablar castellano a la perfección y tengo un nivel alto en ambos idiomas, sin embargo, mi acento valenciano se nota a leguas y no por eso creo que sea una inculta. Tengo 21 años, camino a 22 y soy estudiante de 4º de la licenciatura en publicidad y relaciones públicas. No creo que mi nivel cultural sea bajo, ni mucho menos, ni creo que lo siga siendo cuando siga formandome (que lo pienso hacer, y durante unos cuantos años más), cuando mi acento seguirá siendo el mismo y mis estudios irán más allá de una licenciatura. Creo que vuestro problema es que no sabéis mirar más allá de vuestro ombligo y que no respetáis el resto de lenguas que se puedan hablar en España. Más allá de ser de nivel cultural bajo hablar otras lenguas, debe ser de cultural alto, ¿o ese honor sólo se le debe a lenguas extranjeras? Vamos hombre...

Mambotaxi dijo...

Creo que no has entendido nada de lo que quería decir. Y no se porqué me hablas de respeto a otras lenguas en España, cuando queda bastante claro que es un problema de percepción personal, y el cual asumo como MI problema. Y por si no te has dado cuenta, me he referido también al acento de la gente de mi ciudad.