22 enero 2008

I can't make it alone

Siempre he tenido la costumbre de, cada vez que escucho una canción, intentar imaginarla como banda sonora de una situación que me gustaría vivir. Digo gustaría porque normalmente son cosas que no puedo hacer o no se dan las circunstancias para hacerlas. De repente oigo Only a fool would say that en la versión de Ivy y me imagino en el descapotable de Cary Grant en "Atrapa a un ladrón" por las carreteras de Mónaco o Saint Tropez o No hay problema de Pink Martini mientras ruedo una película en la que sólo aparece Carmen Maura haciendo de chacha y recogiendo los trastos del ático de Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Muchas veces me gustaría ver mi vida desde fuera, como un espectador único que asiste a una proyección privada, en la que pudiera valorar mis actos, mis pensamientos y mis acciones. Este domingo, mientras me despedía de alguien que se iba por un tiempo indeterminado a otra ciudad, echaba de menos todo aquello que hubiera hecho de la escena un plano maravilloso: las emociones estaban allí, pero yo echaba de menos un vestido tipo el de Holly Hunter en El Piano, una buena lluvia, un barrizal en condiciones y la música de Michael Nyman repitiéndose en un loop infinito mientras yo me tiraba al suelo y hacía que el vestido se hinchara como una de las escenas que visualmente más me impactaron en su tiempo. Al final no hubo nada de eso, solo una despedida rápida para evitar exponerme demasiado y muchas emociones contenidas de las que me desahogué en privado.

Después, oyendo una y otra vez una de mis canciones favoritas de los últimos días (y que ya he agradecido a quien tenía que agradecer por descubrírmela), me he dado cuenta que estaba equivocado: que esa canción podría acompañar perfectamente a esta foto que acabo de encontrar y que ha motivado la escritura de esta entrada. Yo el domingo también fui un poco el perro de esta foto, acompañado por el Yesterday When I was young de Dusty Springfield.

20 enero 2008

20 de enero

Otra vez 20 de enero. Otra vez otro acontecimiento importante en este día, especial desde el fatídico 2005. Desde entonces, este día ocurre algo importante a mi alrededor que hace que me plantee si el destino me está gastando una broma. Y el hecho de que coincida con el título de una canción tampoco es que ayude mucho a olvidarlo...

Sólo espero que ninguno vuelva a ser como el primero.

18 enero 2008

Los crímenes de Oxford

Una pena. Eso es lo que pensé nada más salir del cine tras ver la nueva película de Álex de la Iglesia. Pena en el sentido de decepción, de ocasión desaprovechada, de poder haber sido pero no. El director, acostumbrado a dar cales (La comunidad) y arenas (Muertos de risa) venía de filmar una de las mejores cosas que se han hecho en este país: La habitación del niño. Por eso incluso la decepción es mayor: las expectativas eran altas y la historia prometía, además de que el reparto elegido hacía presagiar lo mejor.

De entrada, la historia comienza dejando gotitas que pueden hacer erizar el vello de los geeks, nerds y toda la gente microsierva de la sala. Términos como sucesión numérica, Fibonacci, teoría del caos o principio de indeterminación de Heisenberg se alternan con apariciones más o menos disimuladas de cubos de Rubik o máquinas Enigma. Cuando uno piensa que en la historia todos estos elementos van a participar, empieza a frotarse las manos. Y de hecho el comienzo promete, con la llegada de un estudiante americano a la universidad de Oxford para realizar su tesis. Allí sus planes iniciales se verán trastocados por un crimen que desencadenará la historia y que le hará agudizar su ingenio para intentar resolverlo.

El problema está en que la historia se acaba ahí: todo lo que viene detrás no me interesó en absoluto. Y no es que al director le venga grande meterse en ciertos temas (ya digo que en La habitación del niño sale airoso de una trama mucho más compleja), sino que a la historia le venía grande el director. En esta historia no hay nada-de-nada. Hay elementos supuestamente misteriosos, pero que se resuelven de la manera más tonta y apresurada posible. Un ejemplo con spoiler: en la escena del crimen inicial, aparece la víctima jugando al Scrabble. Sólo decir que a nadie se le ocurre mirar qué palabras hay en el tablero hasta el final de la trama, cuando a mi sería lo único que se me ocurriría hacer (Fin spoiler). Quiero decir con esto que por debajo de toda la palabrería matemática, hay una historia que avanza a trompicones y que se resuelve de una manera totalmente previsible.

Tampoco ayuda el hecho de que los actores (error mío: vi la película doblada) no lleguen a encontrar el punto correcto en ningún momento. La historia les lleva por falsos sospechosos, personajes que no aportan nada y situaciones resueltas de una manera chabacana (la escena del concierto me recordó a cualquier escena de REX). Leonor Watling no sabe muy bien qué hacer con ese (brevísimo) personaje que la desnuda cada dos por tres y que se ve obligada a soltar frases que causan vergüenza ajena (por no hablar de lo poco que el fotógrafo ha sabido favorecerla con la luz). Elijah se pada toda la película con cara de asombro, incapaz de darle al personaje más registros que ese. Sólo John Hurt entiende los recovecos del personaje y logra hacer algo medianamente decente con su papel.

Y lo peor de todo es que aquí no hay nada de lo que pretendas encontrarte en una película de Álex de la Iglesia: no hay humor negro, no hay mala leche y no está representado eso que tan bien hace que es la mala baba española (y que hasta ahora había colocado en casi todas sus películas). Esto es una película pequeñita y mala que podría haber sido realizada en cualquier parte del mundo por cualquier director sin personalidad alguna, con una fotografía plana y nada beneficiosa para sus personajes (y no vale decir que eso era precisamente lo que se buscaba, porque hay escenas televisivas por un tubo) y unos diálogos y trama que no hacen más que poner en evidencia a los autores. No todo es malo, y hay tres cosas por las que no salí del todo cabreado: un falso plano secuencia, bastante tramposo pero muy muy bonito, la música de Roque Baños, con reminiscencias a Hermann y por último los créditos finales.

Hace poco se hablaba del descenso de espectadores del cine español, cada día más acusado. Para mi, aparte de lo evidente (el 90% de las películas que se hacen en este pais interesan solo a los autores y a sus familias), se trata de una cuestión de confianza: yo confiaba en Álex de la Iglesia, y ahora me va a costar volver a confiar en él. Supongo que al resto de la gente le pasará lo mismo. Son tantos palos ya que uno acaba por generalizar y catalogar al cine de un país como si fuera un género propio. Después, añadirle el predicado "es una mierda" no cuesta nada y con decepciones como esta menos aún.

08 enero 2008

Siete novias para siete hermanos


Si algo he hecho en estas fiestas inmundas ha sido ver cine. Como un poseso. Bueno, cine y Alias, que me tiene en un vilo a punto de terminar la primera temporada. Solo de pensar que me quedan cuatro siento vértigo y emoción por todo lo que aún me queda por ver.

Entre las cosas que he vuelto a recuperar se encuentra Siete novias para siete hermanos, musical que me fascinaba de pequeño y que hace poco alguien tuvo a bien regalarme. Decir que la revisión ha sido decepcionante es decir, sin duda, mucho. De veras, no recordaba algo tan cursi desde... vamos, que no lo recuerdo (bueno, Brigadoon está ahí ahí). Ver a 7 gañanes comportarse como garrulos y de repente ponerse a montar coreografías mientras talan árboles o cómo abren sus bocas y de ellas no sale una voz normal, sino una voz de tenor hace que se te caiga todo por los suelos, y da la razón a todos los que denostan los musicales precisamente por eso.

Además la copia en DVD es bastante mala, no ya por la falta de extras (trailer y making of en el que el único interés es ver los caretos de los/las protagonistas años y kilos de Botox después) sino porque el master del que ha sido extraída está en condiciones deplorables. Lo mejor de un musical clásico que es el colorido de la imagen aquí no se aprecia en absoluto, ya que los colores están apagadísimos y la imagen pasa por plana casi todo el tiempo (que aprendan de la edición de Rebelión a bordo, un ejemplo a seguir). Si el aspecto visual fuera como debiera, podríamos perdonar que los protagonistas carezcan de carisma, que la historia sea inverosímil (vale, se basa en la leyenda Romana de El rapto de las sabinas), que los decorados canten más que en Obsesión o que la historia se resuelva en 30 segundos (verídico).

Como curiosidad, decir que la película fue el sleeper de la temporada, recaudando mucho más que su hermana mayor (y a la que favorecieron recortando el presupuesto de Siete novias...) Brigadoon, y que se rodaron dos versiones a la vez, una no-Cinemascope y otra en Cinemascope ya que no todos los cines estaban preparados para emitir en este formato. Ni que decir tiene que la primera versión nunca se emitió.

De todo, destacar la escena del granero, por lo complicado que tuvo que ser rodarla y porque realmente queda espectacular en pantalla. El resto, vistas tantas cosas, es bastante mediocre y sólo apto para bocas ávidas de almíbar. Si quieren ver al verdadero Donen dirigir un musical ESPECTACULAR y a Gene Kelly protagonizarlo, pasen de este y refugiense en otro que de verdad es todo lo que promete.