03 septiembre 2008

Suecia finita

Ya de vuelta, no sabía muy bien si hacer una entrada sobre todo lo que he visto por allí o hacer una mini guía de viaje por si a alguien le apetece hacer la misma ruta. Al final creo que iré mezclando ambas cosas o haciendo lo que me de la gana, ya veré. Aviso que esto ha quedado muy largo...

El viaje de ida
En ave hasta Madrid y en avión (por supuesto) de Iberia hasta el aeropuerto de Arlanda en Estocolmo; debido a los sucesos de dos días antes, el piloto era perfectamente consciente de el miedo que tengo e iba anunciando todo lo que iba a pasar en cada momento, lo cual se agradeció. Una vez allí, el trayecto desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad se puede hacer en tren (unos 30 euros) en 20 minutos o en autobús, que sale por unos 12 euros (ida) y tarda 45 minutos. Elegimos autobús, porque sabíamos que había que empezar a recortar.

La ruta
La idea inicial era llegar a Estocolmo y pasar 3 días. Después, marcharnos un día a Uppsala (un poco más al norte), bajar hasta Malmö (4 horas en tren), pasar dos días más y continuar hacia Lund donde estaríamos otros dos días. Y por último regresar a Estocolmo desde donde salía el avión de vuelta. El primer fallo fue considerar alojarnos en Uppsala y Lund. Uppsala está a 42 minutos en tren de Estocolmo, por lo que es factible el viaje de ida y vuelta en el día. Lo mismo ocurre con Lund: una vez que estás en Malmö, el tren hacia Lund tarda 12 minutos, por lo que no hay porqué alojarse allí. Lo digo porque, en ambos casos (Uppsala y Lund), son ciudades bastante aburridas por la noche (entendamos noche todo aquello a partir de las 20.30h), así que no merece la pena pernoctar. En lugar de eso, el viaje ideal hubiera sido:
  • Llegar a Estocolmo y estar 5 días, uno de los cuales lo dejas para visitar Uppsala.
  • Bajar hasta Malmö y estar 4 días más, reservando uno de ellos para ir a Lund y otro (o quizás dos) para ir a Copenhague.
  • Salir desde el aeropuerto de Malmö de vuelta a España y no tener que volver a Estocolmo (4 horas en tren)
Porque esa es una de las cosas inesperadas que hicimos y donde acertamos de lleno: escaparnos un día a Dinamarca, que desde hace unos años está conectada a Suecia mediante el puente Oresund y que te permite montarte en un tren en Suecia y en 45 minutos aparecer en Dinamarca. Hay salidas de ese tren cada 20 minutos desde Malmö y Lund y el viaje cuesta unos 25 euros ida y vuelta, por lo que merece la pena.
De todas maneras, los billetes para moverte por Suecia en tren es interesante sacarlos antes de llegar. En la página de la compañía de trenes sueca se puede hacer con bastante antelación, y así te ahorras bastante dinero. De costarnos un viaje 30 euros comprado con antelación a pagar 90 euros por sacarlo en el momento hay un trecho, la verdad.

Las ciudades

  1. Estocolmo: absolutamente recomendable. Llegar a Estocolmo y aparecer en esa bahía rodeados de islas verdes con edificios señoriales es una sensación difícil de explicar. Allí todo es majestuoso y te empequeñece un poco. No quiero decir con eso que sea una ciudad elitista ni nada por el estilo, pero si que es verdad que al principio la magnitud de todo te abruma. Después vas conociéndola por partes y ves que es bastante más abarcable que otras grandes ciudades. Desde el barrio viejo (Gamla Stan) con sus cafeterías perfectamente situadas y ambientadas (y donde vimos las primeras mantas disponibles para que los clientes se abrigaran si tenían frío) hasta el centro comercial de la ciudad, la zona de Maria Torget con sus tiendas de diseño sueco, pasando por los paseos en barcos-taxi hasta otras islas o la visita al cementerio de Skogskyrkogården en nuestra infructuosa búsqueda de la tumba de Greta Garbo. Un sitio para disfrutar en verano y volver en invierno, pues Estocolmo nevada debe ser más espectacular incluso que verla soleada.

    En Estocolmo hay cantidades ingentes de tiendas de moda, H&M por todas partes (realmente agobiante, de veras), alguna que otra de discos (menos de las que hubiera querido) y sobre todo mucha tienda con tonterías. No hay que dejar de visitar el Petsounds (no por el precio de los discos, sino por su catálogo) y cualquiera de los DesignTorget disponibles (lo que se dice "tienda de tonterías" sueca a precios imposibles: aunque no compres, hay que verlos). No hay que irse de Estocolmo sin ver el Vasa Museum, hacer una ruta en barco por las islas, ir al museo al aire libre de Skansen sobre la vida sueca y comer muchísimos dulces, auténticas maravillas en las que los suecos no tienen rival.
    La estancia en Estocolmo no es especialmente cara. El hotel en que estuvimos era el StayAt Stockholm Solna: a dos paradas de metro del centro de la ciudad y muy tranquilo. Las habitaciones son mini apartamentos decorados de Ikea (por supuesto) con el desayunio incluído (importante: puede que sea tu comida más fuerte del día, así que no escatimes). El último día, por variar, nos alojamos en el albergue-barco Rygerfjord, una malísima idea. No vale ni como experiencia: habitaciones muy pequeñas, ventilación nula y muchísimo ruído durante la noche.

  2. Uppsala: Ciudad universitaria (con todo lo que eso conlleva) pero con un centro muy animado (eso sí, antes de las 20.30 de la noche: después, nada de nada). Tiene una zona universitaria bastante amplia... y poco más. Como visita está bien, pero pasar allí más de 12 horas no merece la pena. Eso sí, tiene una pequeña zona, al lado del río, en la que vivi uno de los atardeceres más bonitos de mi vida.

    Aquí empieza nuestra relación con los hoteles Scandic, que gustaban de obsequiarnos con un Nuevo Testamento en cada una de las habitaciones. En esta ciudad el hotel está bastante céntrico y es el mejor de los Scandic en los que hemos estado. A partir de ahí, todo fue a peor...No por ser una ciudad más pequeña los precios son menores: el café sigue costando cuatro euros, como en casi toda Suecia. 

  3. Malmö: es la segunda ciudad más grande e importante de Suecia, aunque su población es de alrededor 200.000 habitantes, lo que nos da una idea de lo que en Suecia entienden por ciudades grandes. Se trata de una ciudad marítima, por lo que eso significa puerto y playas. De lo primero, si eres fan del salmón y el arenque, estás de suerte. De lo segundo casi seguro que ni vas a poder disfrutar, porque el tiempo difícilmente te dejará poner un pie en la playa semidesnudo. Así que lo que queda es una ciudad mucho más urbana que Estocolmo, con más mezcolanza de gente y una sensación de que no hay mucho que ver.

    Una vez superada la impresión, en Malmö no hay que perderse el Turning Torso, (bastante espectacular desde abajo), apreciar el barrio exclusivo que le han montado a su alrededor (con lo que a mi me gustan unas paredes de cristal que permitan ver desde fuera), dar un paseo por el puerto y sus playas y paseo marítimo, ir al Teknikal Museet y meterte dentro de un submarino sueco para comprobar que tú no vales para eso, pasear por Lila Torg y tomarte un café olé en cualquiera de sus cafeterías o simplemente sentarte en un parque y ver pasar a gente. En esta ciudad es donde llegamos a tocar fondo con el tema de la comida: no por lo mala o buena que fuera, sino porque nos sentimos totalmente estafados en un sitio en concreto que aún no hemos olvidado. No hay que irse de la ciudad sin visitar la tienda de tonterías de rigor: en este caso, CoolStuff.

  4. Lund: La última de las ciudades inicialmente previstas es la ciudad más antigua de Suecia, y también cuenta con una población universitaria bastante elevada. Eso, unido a que a los tres días comenzaban las clases, hizo que toda Lund estuviera llena de universitarios disfrazados, en una especie de ritual para conocer gente que aquí en España sustituimos por lanzamiento de huevos o carreras desnudos por el Campus. La ciudad, pues normalita. Una catedral bonita por fuera y horrendérrima por dentro, con un inexplicable gusto por el dorado. Y como en toda Suecia, millones de tiendas (visita obligada: Lagerhaus), cafeterías y parques con lagos casi perfectos.


  5. Copenhague: Viaje relámpago e inesperado que nos proporcionó un fin de viaje espectacular. La ciudad impresiona casi al mismo nivel que Estocolmo, con sus canales y sus edificios impresionantes e impresionantemente uniformes, por lo que se convierte sin duda en un must-visit si viajas a Suecia, debido a la buena comunicación existente con Dinamarca. Si cualquier ciudad de Suecia era perfecta para ir de compras, Copenhague no se queda atrás y dispone de unos de las calles comerciales más grandes que yo haya visto en mi vida. Aquí sufrimos otro cambio de moneda, por lo que a estas alturas del viaje yo ya sacaba la visa con una alegría supina, y pagaba lo que me dijeran.

    Y como teníamos tan poco tiempo, decidimos hacer el paseo en barca para recorrer la ciudad desde el mar, lo cual fue una buenísima idea porque si no no hubiéramos podido abarcarlo todo. Ahí es donde vimos a la famosa Sirenita y nos enteramos de su decepcionante historia. Mito caído. Ah, y es la primera ciudad del mundo que visito con canales que tienen el agua transparente. 
El viaje de vuelta
Llegada al aeropuerto de Aralanda en bus y espera hasta embarcar. Esta vez el capitán era bastante soso y no abrió la boca en todo el viaje. Sin incidencias hasta llegar a Madrid, donde el metro, sus obras y cambios de estaciones hicieron que, con dos horas de margen, casi llegaramos tarde a coger el Ave en Atocha. Todo para nada, porque en la estación no había tensión en las vías y llegamos a nuestro destino exhaustos, a las 2 de la mañana, 1 hora y media tarde pero con el dinero de Renfe reembolsado, eso sí.

A destacar

  • Los precios en Suecia son un imposible. No hay diferencias entre ciudades más grandes o pequeñas, todo es un despropósito. Después cuando miras un ticket te das cuenta de porqué: los impuestos suponen un 25% del total, por lo que si un café te cuesta 4 euros, 1 se los lleva el Estado. De todas formas es algo que tienes que tener previsto porque allí las coronas vuelan, literalmente. Recomendable llevar una cantidad en Coronas suecas y el resto tirar de tarjeta.
  • Los horarios: acostumbrarse es un poco difícil. Tanto al comercial (10 o 11 a 17 o 18) como al de comidas. al final llegó un momento en que después de comer nos preguntábamos si habíamos comido, merendado o cenado. Se desayuna a eso de las 7:30, se come a las 11 y se cena a las 6. Lo que hace que mientras paseas, no pares de ver a gente comiendo en los bares: unos desayunan, otros comen y otros simplemente pican algo. Lo que hace que tú te pongas a ello y entre cafés, tartas, sandwichs, comida rápida, perritos o comidas de verdad, tengas la sensación de que allí no se hace otra cosa que comer.
  • Los suecos son rubios, eso ya lo sabíamos. Lo que no sabíamos es que algunos eran de tinte, que se notaba tela. Cuando llegas te impresiona un poco tanto ojo azul y tanto pelo casi albino. A los dos días ya nada te sorprende. Aunque es verdad que había mucho sueco/sueca espectacular pero muy poco maduro/madura medianamente aceptable, por lo que me voy con la idea de que envejecen bastante mal. Y el inglés, algo que al principio hablas con timidez, acabas creyendo incluso que podrías sobrevivir en un país extranjero ya que poco a poco vas perdiendo la vergüenza. Más que nada porque si no, no puedes hacer nada...
  • La comida basura. Cantidades ingentes de sitios de comida rápida. Bestial. Te permite poder ahorrar un poco en el viaje, aunque a los 4 días ya estás hasta el jato de tanta rapidez. Comer bien en Suecia es caro pero no impracticable. El problema es que lo que ellos llaman comer bien es comer, a lo mejor, un sandwich de pan con semillas de amapola y cantidad de verdura y jamón ahumado dentro junto a un refresco. Y por eso, 30 euros, pues no.
  • Los trayectos entre ciudades me han permitido ver que vivo en un pais desértico. Es impresionante la cantidad de verde que ves donde quiera que mires, tanto en las ciudades como en los viajes entre las mismas. Paisajes idílicos formados por una casa de madera roja, techo negro y 200 metros de hierba alrededor y lagos por doquier. Yo ya he decidido donde voy a jubilarme.
  • Y lo que más me dolió: en general, muy poca reivindicación de Abba. Un cartelito a la llegada al aeropuerto de Estocolmo y una mini sección en el museo de la música, bastante prescindible por cierto.