23 octubre 2004

Intentando bailar en la oscuridad

Empece a ver Bailar en La Oscuridad, pero como todo el mundo me ha puesto sobre aviso de la pelicula de marras no me atrevo... el caso es que me quede en el momento que elk vecino de Björk le dice que esta sin blanca; y ya me han dicho que ahi es donde la cosa se empieza a torcer y que me voy a hartar de llorar.... Bueno, ya contaré mi experiencia.

Por fin la termine. La verdad es que me ha parecido un poco larga en general (como todo lo que he visto del Sr. Trier), peroha merecido la pena, sobre todo la última media hora; esa idea de hacer un tragi-musical me ha impresionado bastante; me encantan los argumentos salidos de las entrañas, que provocan sentimientos muy exagerados en el espectador. Y la pena de muerte es un tema que me pone muy mal, no lo puedo remediar, asiq ue no soy nada objetivo. Me parece patetico el doblaje al español (pues despues de verla en VO siempre echo un vistazo a las voces dobladas), y aunque Björk no es santo de mi devoción, esa cara de tontita que no se entera de nada me ha conmovido.
En fin, que a falta de Los idiotas, mi balance hacia las pelis del Sr. Trier es positivo pero con reservas.

20 octubre 2004

Culturizandome

Esto de entrar en una escuela de cine le quita a uno mucho ego de encima. Te crees que vas a ser el que mas sabe, el que mas pelis ha visto, el que las ha analizado con mayor exactitud y al que no se le escapa nada... y llegas alli y te encuentras con 25 mas que llevan haciendo eso toda su vida, osea que son como tu. Y encima han visto mas pelis que tu. Que coraje me da. Asi que me estoy pòniendo las pilas, buscando pelis aqui y alla, en dvd por supuesto porque ya, a partir de ahora, si me quiero dedicar a esto tengo que verlas todas en VO. Ayer vi celebracion, y acabo de terminar de ver Rompiendo las olas. De la primera solo puedo decir cosas buenas. Me asustaba un poco enfrentarme a peliculas dogma, pero he comprobado que no hay porque temer, la historia es cojonuda, esta muy bien contada, los actores son sobrecogedores, y la sensacion de angustia que transmite hasta el final es de lo mejorcito que me ha pasado ultimamente. Y esa escena final, en la que el hijo le pide al padre que se vaya de la mesa para que ellos puedan seguir desayunando, impagable.

Rompiendo las olas ya no me ha gustado tanto. Aparte de por su excesivisimo metraje (es lo primero que miro en una peli, la duracion), no he podido meterme en la historia. Emily Watson me ha dejado un poco frío, y la que más me ha impresionado ha sido la enfermera, su cuñada, que no recuerdo como se llama; creo que le roba todas las escenas conjuntas a la Emily.

Mañana entrego mi relato; al final no he hecho ninguna modificacion, tan solo le he puesto titulo. Como todo lo que escribo me sigue pareciendo un bodrio, pero bueno, yo en la escuela de cine no estoy para escribir.

Por cierto, por casualidad he conseguido el CD single de La mano en el fuego en Sevilla Rock, donde nunca tienen nada. Pero ultimamente cada vez que voiy encuentro algo; es como la seccion de ofertas de libros del corte ingles; ya me he pillado un monton de libros a un euro, que nunca compraria a su precio normal, pero a este precio no me puedo resistir; mi ultima adquisición: las memorias de Luis Escobar. Que gran tipo!

18 octubre 2004

Relato número tres: Normalidad Aparente

Cada día me levantaba una hora mas tarde que él; para esa hora del dia, él ya estaba física y psicológicamente preparado para afrontar el día más bullicioso y cansado que se pudiera imaginar. Pero a qué precio…

Compartir piso con él y empezar a conocerle fue todo uno. Al principio, sus manías y perfeccionismos me hacían gracia, sobre todo porque se había convertido en una persona a imitar; llegaba a tener tal control sobre toda su vida que el verme reflejado en él hacía que mi vida pareciera un desastre organizativo. Poco después esa idea fue dándose la vuelta hasta llegar al extremo opuesto: en ningún caso mi vida era la cruz de la moneda, sino que la suya era la verdadera cruz para él.

La convivencia a su lado hizo que fijarme en sus manías y perfeccionismos no supusiera ningún esfuerzo; a diario podría realizar mas de 100 cosas “a su manera”, y como sólo él podía hacer. A mí solo me quedaba observarle y sorprenderme.

El día, para él, se dividía en tres secciones: pre-mañana, mañana y tarde. Cada una de esas secciones debía estar perfectamente organizada y calculada desde el día anterior. Lo más curioso es que no necesitaba ningún tipo de soporte para llevarlo a cabo, como pudiera ser una agenda, sino que su cabeza permanecía perfectamente estructurada y organizada con toda su planificación. Cualquier imprevisto en ese plan le hacía sentirse desubicado, frustrado y le ponía bastante nervioso. Yo me aprovechaba de esa situación para ver hasta que punto podía llegar en su nerviosismo, y cuan importante era para él realizar todo aquello que tenía planificado y en el orden previsto.

Un día, aprovechando no se qué situación de desconcierto para él, me senté con él para intentar tranquilizarle. Por supuesto no lo conseguí, pero si entendí que él era consciente de su problema. Tras una larga conversación, me reveló con detalle su rutina diaria y los perfeccionismos y manías que la acompañaban.

A las 6.30 sonaba el despertador; no cualquiera, sino SU despertador. Había rechazado tres antes de decidirse por el que tenía ya que el leve tic-tac que producían los anteriores no le permitía conciliar el sueño. Tras apagarlo inmediatamente, se levantaba y se colocaba las zapatillas que la noche anterior había colocado justo en el punto en que sabía que sus pies tocarían el suelo al incorporarse. A continuación, al baño, donde procedía al lavado de dientes, que se producía antes y después del desayuno. A pesar de que faltaban horas para salir, procedía a peinarse con toda parsimonia, con el objetivo de eliminar cualquier pista que hiciera sospechar que minutos antes estaba durmiendo.

El desayuno era lo menos novedoso en su rutina diario. Desde hacia cinco años venia desayunando lo mismo. Un par de tostadas de su marca de pan favorita (que disponía en el tostador durante 1,35 minutos exactos) y un café con leche, en proporción 50/50. Dos cucharadas de azúcar medidas con una cuchara que abarcaba un volumen de azúcar superior al normal.

Una vez tomado el desayuno, al que no dedicaba por sistema mas de 10 minutos, procedía al estudio de sus asignaturas. Para ello, su habitación estaba visualmente preparada para ello. Lo primero que hacía era encender una barrita de incienso para crear el ambiente de estudio. Preparaba el flexo alumbrando directamente al atril sujeta libros, y se preparaba su arsenal de bolígrafos, lápices y fluorescentes que usaba con minuciosa exactitud: el bolígrafo para escribir esquemas, el lápiz para subrayar y los fluorescentes para rodear palabras a recordar. El tiempo también estaba presente; había colocado 4 relojes distribuidos a lo largo de la estancia para poder ver la hora mirara a norte, sur, este u oeste. Ni que decir tiene que estos relojes estaban perfectamente coordinados. Cada hora, 15 minutos de descanso visual. Así hasta la hora de la comida.

A la hora de cocinar, tan sólo tenía que combinar todos los alimentos que había ido posicionando en la cocina en alguno de los descansos realizados durante su tiempo de estudio. A veces, preparaba todo con tal minuciosidad que sólo tenía que colocar en la olla todos los contenidos de los diferentes recipientes. No dejaba nada a la improvisación, y la comida no iba a ser menos. Una vez cocinada, la servía en un plato especial, que sólo él utilizaba. Al igual que los cubiertos, exclusivos y de su propiedad.

Verlo comer era todo un espectáculo. Una vez que él me contó el proceso, le observé, y pude comprobar con asombro cómo seguía las normas que él mismo se había impuesto. Si la comida llevaba guarnición, en todo momento una pieza de carne o pescado iba acompañada de su correspondiente guarnición. Nunca comía dicha guarnición de manera individual, sino solo como acompañamiento. En caso de finalizar con la carne o el pescado si, pero nunca antes. A cada bocado le acompañaba religiosamente un trago de agua. De manera que su rutina era: carne-guarnición-pan-sorbo de agua. Siempre igual. Todos los días. Desde hacía cinco años.

También me habló de los momentos en que salía a la calle: sólo pasaba por determinados lugares, algunas calles estaban prohibidas: las que no tenían lozas de colores que le permitieran dar cada paso en una loza diferente. Llegaba a dar verdaderos rodeos que a veces hacían el trayecto dos veces más largo de lo normal. O de cuando le tocaba subir a un ascensor acompañado: aguantaba la respiración hasta el final del trayecto, por no respirar y aspirar cualquier tipo de virus.

Ahora que todo ha pasado siento que el final de esa conversación hubiera sido el momento perfecto para ofrecerle mi ayuda. Ni yo lo hice ni creo que él la hubiera aceptado. Pero el caso es que tras leer la carta que me dejó, ví como a su manera, no hacía otra cosa más que pedirme ayuda, sólo que hacerlo de una manera directa hubiera sido salirse de su plan establecido; me di cuenta de que éste no solo había abarcado a su rutina diaria, sino que su tela de araña también se había extendido sobre su forma de ser, pensar y actuar.

Me sorprendió descubrir como todo aquel control sobre su vida no era más que el último esfuerzo que realizaba por salvar aquel barco. Sólo confiaba en él mismo y a él confió aquella tarea. A pesar de no haberlo conseguido, y por más cosas buenas que me dejara durante nuestra amistad, sólo consigo recordarle a través de sus perfeccionismos y manías; ahora soy yo el que no respira en los ascensores ni pisa aceras que no contengan colores, y sólo se permite el lujo de comerse la guarnición cuando ya no existe nada que acompañar.

17 octubre 2004

Cine noir

Haciendo el trabajo en grupo sobre el cine negro que nos había encargado La Chipriota (La Pepa), mas que nada para quitarse ella de hacer le trabajo, pues como bien ha dicho no es para nada cinéfila y no sabe que hace ahi dando clases (?¿?¿?), algo bastante increible teniendo en cuenta que se trata de una escuela de cine.

Creía de verdad que el cine negro lo formaban unas cuantas películas, y que sería abarcable para realizar un trabajo en condiciones. Pero el caso es que al empezar, lo primero que hicimos fue hacernos con una lista de las peliculas del género, y es entonces cuando nos dimos cuenta de la situación...

Rapidamente abandonamos la idea y solo elegimos varias peliculas, entre ellas Perdicion, La dama de Shangai, El Halcon Maltes, Extraños en un tren, Gilda, El tercer hombre y alguna mas que me vi yo por mi cuenta. El caso es que, tras verlas, he llegado a una conclusión: el cine negro ha desaparecido del mapa por una cuestión muy simple: la época de ambientación. Digan lo que digan, el cine negro no será negro si no está ambientado en los años 20, 30 o 40, asi que todo lo que se haga no puede superar la barrera del pastiche, el mestizaje o el homenaje.

Al final, hicimos un trabajo bastante digno, unos exponiendo mejor que otros (no voy a decir quien expuso mejor, pero se noto quién ya lo había hecho antes). Al final la Chipriota no vino, llamo para decir que no tenia voz, asi que pedi a la escuela que nos pusieran una camara y grabaran el evento. Despues de haber estado haciendo el montaje de escenas, como pa que no se viera!Al final, nos dieron un apaluso, creo que a la gente le gusto; menos al gili***** del bakala que no paraba de toser y molestarme.El otro grupo que iba a exponer despues decidieron no hacerlo; decianq mejor otro dia, pero yo se que e sporque su exposición era peor que la nuestra....

06 octubre 2004

Relato numero dos: El futuro elegido

El calor aquella tarde era insoportable. La abuela de Nerea Almeida se debatía entre el desvanecimiento y la conciencia en una esquina de la destartalada iglesia. A pesar de que todos venían de motu propio a la boda, mas de la mitad hubiera deseado no tener que asistir a tan irreal acontecimiento. Allí estaba Nerea Almeida: en la iglesia, delante del altar, y, por fin, vestida de blanco: la única razón por la que eligió la Iglesia como sitio para casarse.

Nerea Almeida conocía perfectamente lo que todos pensaban del hecho de que ella se casase con semejante personaje. Por un lado, estaban los que continuamente estaban martilleándola con información sobre las juergas nocturnas de Alberto Jauregui, como su hermana. Ella la ignoraba, pero en el fondo sabía que todo lo que le contaba era verdad. Por el otro, estaban sus familiares que le recordaban continuamente cuan ruin iba a ser su vida al lado de Alberto. Ella intuía perfectamente su futuro, pero no le parecía tampoco que mereciera algo mejor. Y ya por último estaban los que la animaban a dar el paso, más que nada porque después de 15 años de noviazgo aquello tenía que acabar de alguna manera, buena o mala, eso daba igual.

A pesar de que era una persona que no tenía lo que se dice demasiada lucidez ni rapidez mental, esa mañana estaba extrañamente inspirada para imaginar.

Desde su cama, esperando a que sonara el despertador que la noche anterior había fijado a las 8:15, empezó a pensar en cómo sería la vida después de su boda.

“Al principio podré seguir con mi trabajo de profesora en la escuela para sordos, pues con el dinero que ganamos entre los dos podremos tener asistenta. El problema vendrá en cuanto el hijo de Alberto que llevo dentro no me permita seguir; en ese momento tendré que dejarlo por unos meses. Y cuando el niño nazca, empezarán los gastos; llegará un momento en que no podamos mantener a la asistenta y yo tenga que dejar mi trabajo y venirme a casa; ya me veo como Carmen Maura en una película de Almodóvar, rodeada de niños que no quiero y con una familia impuesta contra mi voluntad. A todo esto habría que sumarle que el amor de mi marido ya no lo tendré; la monotonía le habrá hecho olvidar lo que nunca sintió por mí.”

Por un momento Nerea se vio a si misma como la imagen heredada de su propia madre; una persona frustrada, con mil ideas que llevar a cabo y un muro perenne contra el que chocaba continuamente: su padre. La idea le horrorizó, y poco a poco, su cabeza empezó a zigzaguear por un camino que ella nunca antes había transitado.

De repente, sin saber como, su mente se vio invadida por un pensamiento: la muerte. Desde pequeña, la imagen que se había ido formando en su cabeza sobre la muerte no tenía nada que ver con la que otra mucha gente tenía. No la veía como algo negativo, sino como el fin a todo lo que empieza. Asumió que tenía que morir casi antes de asumir que había nacido. Cada vez que veía a alguien por la calle mendigando, pensaba que lo mejor que le podía ocurrir a esa persona era la muerte.

Para los protagonistas que contaban sus miserias en los programas de televisión, ella intuía que la muerte solucionaría todos sus problemas. De hecho, alguna que otra vez llamó para darles ese consejo, solo que nunca le pasaron la llamada en directo.

En los países pobres, Nerea pensaba que la única solución para atajar el problema del hambre era empezar desde cero, es decir, eliminar a los que ya existían y repoblar dichos países con gente del primer mundo, para que nacieran ya como países civilizados.

Y ahora Nerea Almeida se preguntaba si la muerte solucionaría la vida que a ella le esperaba. O mejor aún…. Si la muerte de Alberto solucionaría la vida que a ella le esperaba.

Pero por un momento, Nerea Almeida tuvo miedo de pensar lo que estaba pensando; ese miedo se desvaneció en cuanto pensó en las dos alternativas que se abrían ante ella: su suicidio no le parecía para nada cobarde; para que continuar con algo que no va a acabar bien. el asesinato de Alberto era la otra. El problema es que no sabía cual de las dos le produciría más satisfacción y tranquilidad.

Para solucionar sus temores, se permitió el lujo de viajar mentalmente al momento justo posterior a la muerte. Primero se planteó su suicidio. A pesar de que era demasiado cobarde para hacerlo, sabía que al final acabaría haciéndolo. Eso sí, no elegiría una muerte violenta, para sufrir ya estaba la vida. Visionó su muerte y la paz que ella le traería. Pero después pensó en todo lo que habría dejado inconcluso: sus propios hijos, los niños de la escuela, aquel libro que nunca acababa,… Le parecía que su muerte sería desperdiciar una vida que todavía tenía mucho que ofrecer.

Así que se situó en el momento de la muerte de Alberto. Por supuesto ella sería la que le matara. Quizás lo haría de un fuerte golpe en la cabeza, pero ¿con qué objeto? Elegiría el palo de golf: a él siempre le gustó el golf, y si le hubiera preguntado seguro le habría dicho que sí, que le matara con un palo de golf. E imaginó el momento del golpe, la caída de Alberto, y la sensación de libertad que sentiría. Sólo por ese minuto, ese minuto posterior a la caída, en el que solo se oyera el silencio, valía la pena decidirse por esta opción. Además, ella sabía perfectamente que él no iba a echar de menos la vida. No tenía inquietudes, nada que ofrecer que no estuviera dicho o hecho ya. No sería una gran perdida. Si normalmente a una persona se la olvidaba al paso de 4 generaciones, a Alberto se le olvidaría, a lo sumo, en 2.

Desde la cama, a las 8:10 de la mañana, Nerea Almeida había decidido que Alberto Jauregui debía morir para solucionar su vida. No sabía todavía cuando, el reloj la había impedido continuar con el plan. Se levantó de la cama, y comenzaron todos los preparativos de un día de boda cualquiera. Peluqueros, maquilladores, fotógrafos, el traje, el ramo, el coche, el padrino…. Y en su cabeza una imagen y una sensación: el altar y el minuto de paz posterior al golpe.

Y ahí estaba Nerea Almeida, contestando “sí, quiero” a la pregunta del cura, pero sabiendo perfectamente que no, no es eso lo que quería. Lo que ella quería solo ella se lo podía dar, y por una vez en su vida iba a ponerse manos a la obra para conseguirlo.

04 octubre 2004

Relato número uno

Hola.

Seguramente no sabrás quien soy, ni esta carta tiene el objetivo de que lo adivines. Aunque tú no me conoces, yo a ti si, o por lo menos, eso imagino mientras te veo a través de esta ventana.

Todas las noches, cuando me acerco al cristal te encuentro en tu balcón, con un vaso en una mano y un cigarrillo en la otra. Al principio me servias de tranquilizante cuando no podía dormir; pero ahora me despierto siempre a la hora que sueles asomarte para observarte.

Es como un ritual, me gusta verte no por nada especial, sino por imaginar qué motivos son los que te llevan a permanecer ahí, mirando la noche durante un rato. Quizás no puedes dormir, pero no creo. A lo mejor es el único momento de calma que tienes durante el día y te gusta aprovecharlo en soledad. O quizás tu también salgas a mirarme a mi, quien sabe.

He observado que tienes dos hijas. Tu familia parece normal, tu marido trabaja y tus hijas van al colegio como todos. Pero tú…. te veo vagar por las calles a hora temprana, sin rumbo fijo y cumpliendo tus obligaciones de manera automática. No tienes amigos en el barrio, no hablas por cortesía con nadie, y solo te diriges a tu perro, cuya alegría contrasta con tu tristeza.

< style="font-family: verdana;">Mi imaginación echa a volar, y durante las noches, en el ratito que te observo, empiezo a pensar en cómo tu pareja descarga su ira contra ti a lo largo del día, y en como esa copa y ese cigarrillo te ayudan a sobrellevarlo mejor. O quizás son tus hijas las que no te hacen feliz y te provocan un sentimiento de fracaso maternal. A lo mejor piensas que el mundo te sobra, o es más sencillo que todo eso, y eres una persona decepcionada contigo misma por no haber aprovechado tu vida en algo que realmente te llenara. Me pregunto cuál será la última película que has visto; o cuando fue la ultima vez que fuiste al cine o al teatro; que tipo de música te gustará y cual fue el último disco que te hizo sentirte viva.

Quizás todo lo que haces cada noche es intentar desaparecer arrojándote al vacío pero no tienes el suficiente valor. Yo desde aquí no podría ayudarte, solo esperaría ver el final de una historia que no se ni como empieza ni como acaba, ya que solo existe en mi imaginación.

Sólo espero que esta carta no sea principio ni fin de nada, sino que sirva para que sepas que cuando sales a ese balcón, no pienses que estás sola, porque hay alguien que te mira, te observa y te imagina seguramente como no eres, y al que haces feliz imaginando una historia que quizás puede ser la suya.