04 octubre 2004

Relato número uno

Hola.

Seguramente no sabrás quien soy, ni esta carta tiene el objetivo de que lo adivines. Aunque tú no me conoces, yo a ti si, o por lo menos, eso imagino mientras te veo a través de esta ventana.

Todas las noches, cuando me acerco al cristal te encuentro en tu balcón, con un vaso en una mano y un cigarrillo en la otra. Al principio me servias de tranquilizante cuando no podía dormir; pero ahora me despierto siempre a la hora que sueles asomarte para observarte.

Es como un ritual, me gusta verte no por nada especial, sino por imaginar qué motivos son los que te llevan a permanecer ahí, mirando la noche durante un rato. Quizás no puedes dormir, pero no creo. A lo mejor es el único momento de calma que tienes durante el día y te gusta aprovecharlo en soledad. O quizás tu también salgas a mirarme a mi, quien sabe.

He observado que tienes dos hijas. Tu familia parece normal, tu marido trabaja y tus hijas van al colegio como todos. Pero tú…. te veo vagar por las calles a hora temprana, sin rumbo fijo y cumpliendo tus obligaciones de manera automática. No tienes amigos en el barrio, no hablas por cortesía con nadie, y solo te diriges a tu perro, cuya alegría contrasta con tu tristeza.

< style="font-family: verdana;">Mi imaginación echa a volar, y durante las noches, en el ratito que te observo, empiezo a pensar en cómo tu pareja descarga su ira contra ti a lo largo del día, y en como esa copa y ese cigarrillo te ayudan a sobrellevarlo mejor. O quizás son tus hijas las que no te hacen feliz y te provocan un sentimiento de fracaso maternal. A lo mejor piensas que el mundo te sobra, o es más sencillo que todo eso, y eres una persona decepcionada contigo misma por no haber aprovechado tu vida en algo que realmente te llenara. Me pregunto cuál será la última película que has visto; o cuando fue la ultima vez que fuiste al cine o al teatro; que tipo de música te gustará y cual fue el último disco que te hizo sentirte viva.

Quizás todo lo que haces cada noche es intentar desaparecer arrojándote al vacío pero no tienes el suficiente valor. Yo desde aquí no podría ayudarte, solo esperaría ver el final de una historia que no se ni como empieza ni como acaba, ya que solo existe en mi imaginación.

Sólo espero que esta carta no sea principio ni fin de nada, sino que sirva para que sepas que cuando sales a ese balcón, no pienses que estás sola, porque hay alguien que te mira, te observa y te imagina seguramente como no eres, y al que haces feliz imaginando una historia que quizás puede ser la suya.

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