El gran carnaval
27 de Enero de 1993. Esa es la fecha, mes arriba mes abajo, del comienzo oficial de la telebasura en España. O por lo menos, de una forma determinada de hacer televisión. La encargada de inaugurar tan ilustre período (que dura hasta nuestros días) fue la sin par Nieves Herrero, representante perfecta de periodista de los 90 (nacida bajo las faldas de Hermida, presentadora de magazines que se llamaran como se llamaran siempre eran iguales, y una amabilidad y un almibaramiento que no casaba con los temas que trataba). Y el hecho que dio el pistoletazo de salida fue el famoso crimen en Levante: el descubrimiento del cadáver de las tres niñas de Alcasser propició una noche que, desde entonces, está clavada en mi mente como el punto más bajo al que una serie de personas delante de una cámara han llegado.
No recuerdo si exactamente es como yo tengo en la cabeza, pero recuerdo un teatro repleto hasta el gallinero, con un grupo de gente en el escenario sentada en círculos. En dichos círculos estaban las amigas de las tres chavalas asesinadas, llorando a moco tendido, mientras Nieves iba entrevistando a cada una de ellas con preguntas del tipo "Debes estar pasándolo muy mal. Pero cuéntanos, ¿cómo era Desiré como amiga?". Mientras, toda España asistía conmocionada pero con la tele encendida, para sufrir a la par que la familia.
Algo parecido llevo viviendo yo estos tres días. Constantemente me vienen imágenes, tipo "Recuerda" de la Herrero en un teatro abandonado, preguntando cosas a la gente que está vestida de rojo y blanco mientras la cámara se va acercando más y más a ella, hasta que la cercanía nos permite descubrir cómo se frota las manos por el share que seguramente piensa obtener.
Si el que lee es seguidor de este blog, sabrá perfectamente lo que me importa el deporte en general, y el fútbol en particular. Pero lo vivido estos días ha trascendido la noticia deportiva y ha inundado todas las conversaciones, periódicos, magazines vespertinos y conversaciones de ascensor. Toda la ciudad volcada para despedir a un chaval al que la mala suerte se ha llevado de imprevisto. Las cadenas han hecho su agosto durante estos tres días con las conexiones especiales, los testimonios y los programas-homenaje: el personaje que ansiaban les llegó tarde, pero les llegó.
Algunos dirán que bueno, que no es más que un homenaje y que lo único que han hecho es recoger el fervor popular y mostrarlo por pantalla. Pero que me digan a mí si un reportaje, con el himno del centenario del club, acompañado de imágenes de los partidos, de la gente en la puerta del hospital, de su entierro y del sufrimiento de la familia no es intentar hacer un espectáculo de algo que no tendría porqué serlo. Pero claro, después te encuentras con que dichos programas tienen un 40% de share y que la gente se sube a la tapia del cementerio para poder ver el entierro del jugador, cuando la familia pide que sea un acto privado. Argumentos que no hacen sino darle la razón a los directivos de las cadenas que dicen que dan al público lo que quiere.
Pornografía de la mala, sin duda.