29 junio 2008

La comunidad (4º parte)

Hace tiempo que no hablo sobre mi comunidad y los cambios que han afectado a la misma en este tiempo. La última vez fue para comentar la famosa reunión de vecinos, de la cual salieron algunas propuestas... que ninguna ha sido llevado a cabo. Bueno, la vecina argentina ha abandonado el barco y estoy seguro que algún que otro vecino estará frotándose las manos por no tener que aguantarla. Al final, sus sospechas de que en esa casa se tramaba algo no se han confirmado: sólo hemos podido cerciorarnos que, en 40 metros cuadrados vivían 4 personas y 4 animales, dos perros y dos gatos. Así que el cambio de domicilio creo que es más debido a lo segundo que a que formaran parte de algún grupo terrorista chiíta. El caso es que el piso está vacío y en breve asistiremos a la entrada de un nuevo concursante-vecino del que daré cuenta en su momento.

Pero la verdadera razón de esta entrada es hablar de la iglesia evangélica que está instalada en el local comercial del edificio. Disponen de la mejor zona del edificio para después sólo venir los domingos a echar un cantecito. Está claro que las pensiones de las juventudes cristianas no dan para pagar el alquiler y en su momento tuvieron que compartir gastos con la comunidad china (raza cruel) del barrio. El caso es que los domingos por la mañana les toca a los hispanocristianos y por la tarde a los chinocristianos. Y aunque normalmente por la mañana es paz y quietud, esta mañana le han dado bien al cante y me he visto obligado a contrarrestarlos con música pop, en una lucha en la que creo he salido ganando: el Like a Virgin nunca sonó más apropiado. Los chinos son otra cosa. Con ellos me siento indefenso, no tengo armas. Ellos atacan con cánticos, niños gritando en el patio y discursos que ríete tú de Mao Tse Tung. Me es difícil después verlos en la tiendadechino sabiendo que me han jodido la siesta domingo a domingo desde hace un año (por cierto, hoy al ir a los chinos he visto una nueva empleada que tenía unas extrañas marcas en su cuello: esto puede abrir una vía para nuevas entradas). Todo esto aderezado con 45 grados de temperatura hacen que el efecto adquiera dimensiones estratosféricas.

En otro orden de cosas, parece que la convivencia con los vecinos del edificio parece que va mejorando. Difícilmente podía empeorar, porque en mi vida he visto menos relación con nadie que la nuestra. He conseguido saludos y alguna conversación con la vecina de arriba y su marido no-oigo-la-tele-ponla-más-fuerte. Y la chica del rellano parece que tiene lengua, cosa que dudábamos cuando llegamos. Pero nada que ver con mi antiguo edificio, el cual sigo frecuentando de vez en cuando y me permite saber que: la macarena (recuerden: sus borracheras hacen que se mueva como la Virgen de La Macarena) ha dejado de teñirse el pelo y ahora pasea sus canas por el barrio, haciendo que su aspecto sea aún más inquietante y que parezca que viene de echarse una siesta con Teréle Pávez. El del garaje de abajo sigue con su negocio, a pesar de que alguien ha osado en abrir un lavadero de coches similar cerca del barrio, y ha tenido el valor de poner un cartel que lo anuncia cerca del suyo. cartel que alguien (o él) se ha encargado de mutilar en 0,2seg. Y el heterogay del edificio de enfrente ha decidido que el Cd de Eurovisión 2002 estaba lo suficientemente oído en el barrio como para cambiarlo por el del 2005, por lo que sus fiestas speedo-piscinatoy tomarán ahora otro cariz. Y el viejo R. ha dejado la bebida. Y si él ha podido, cualquier cosa es posible.


Otras comunidades:
>> La comunidad I: la china sustituida.
>> La comunidad II: este es mi barrio
>> La comunidad III: reunión de vecinos happy hour

04 junio 2008

El rey del baile

Esta no es una entrada sobre un concierto, ni una crítica a un disco determinado. Es una forma de expresar las buenas sensaciones que tuve en el concierto de Richard Hawley el sábado en Territorios. Supongo que el no conocer ninguna de sus canciones hizo que me pasara por el concierto sin ninguna expectativa, y aunque al principio todo me sonaba igual, poco a poco me fui metiendo y empezando a disfrutar.

Fue más o menos a la mitad del concierto cuando empecé a sentirme como si estuviera en la fiesta de graduación del curso del 67 y fuera a ser elegido rey del baile: canciones como Valentine, Tonight the streets are ours, la aparición de una leve lluvia durante el concierto o las perfectas y atronadoras (y no descontroladas) guitarras hicieron que consiguiera evadirme y, durante algunos minutos, relajarme y disfrutar. Y que alguien consiga eso en mi es un mérito increíble.

Experiencia que se hace aún más maravillosa al oir ahora sus canciones, en frío, y darme cuenta que no me provocan lo mismo. Que el momento hizo lo suyo y que difícilmente se podrá repetir. Supongo que eso es todo lo que se le puede pedir a un concierto...

>>MySpace de Richard Hawley

02 junio 2008

Paliza

Últimamente no paro de fijarme en toda la gente que veo en mi camino al trabajo. Entre otras cosas porque no sería la primera vez que por ir despistado, alguien me pegara. Sí, lo confieso: me han agredido un par de veces en la calle. Y siempre la misma mujer.

Quizás sea lo más vergonzoso que me ha pasado hace mucho tiempo. Y más vergüenza siento aún porque la agresión se produce en público. No quiero decir que la tía me pegue una paliza cada vez que me ve, pero sí que me ha dado sendos empujones que han hecho que casi acabe con mis huesos en el suelo. En mi defensa tengo que decir que, debido a mi costumbre de ir con el ipod a toda leche por la calle, no suelo oir los gritos que preceden a sus agresiones, por lo que cuando me doy cuenta ya la tengo encima con las manos en alto. Y para mí, casi que me duele más que la gente vea cómo me pegan en la calle que el hecho de que me peguen.

El caso es que además de esas dos veces, otra vez ha esperado a que pase por su lado para, en ese instante, pegar un grito y hacer que yo pegue el bote del siglo (avergonzado de nuevo). Así que ahora, directamente, cuando la veo corro como las balas intentando que se fije en otra persona y me deje en paz. Así que aviso para navegantes: suele estar por la Plaza de San Pedro, calle Puente y Pellón y Plaza de la Encarnación. Si la ven, no cedan a su sonrisa y corran en dirección contraria, que esta aprendiz de Miami no tiene piedad.