06 mayo 2007

El libro que no te mereces

El día 23 de abril, como todos los años, se celebra el día del libro. Para los que no lo sepan, se eligió ese día por ser la fecha en la que murieron Cervantes y Shakespeare. Esta coincidencia, además de bonita e increíble, es más deseada que real ya que la casualidad corresponde a una discordancia existente entre los vigentes calendarios de ambos países en la época, que hizo creer primero al Dr. John Bowle y después a Víctor Hugo (que se encargó de propagar la coincidencia) que Shakespeare había muerto el mismo día que el autor de El Quijote. Volviendo al tema del día del libro, es bien sabido que mucha gente aprovecha este día para regalarse un libro y un-elemento-ajeno-a-la-literatura, léase rosas, claveles o directamente hortalizas, como ocurre en alguna que otra ciudad de España, lo que hace que se convierta en una mezcla absurda de romanticismo, cultura y ganas de gastar.

Pero bueno, si hay algún día en el no me molesta seguir los mandatos de El Corte Inglés es precisamente éste: considero casi una obligación regalarle a ciertas personas ciertas cosas, gente que no es que se plantee o no leer un libro, sino que ni siquiera se plantea entrar en una librería para ver si hay algo que le interese. Que digo yo que algo, un cómic, un mapa, un incunable, un libro sobre cine, sobre arte, sobre ganado vacuno, sobre filosofía oriental… ¿es que no hay nada que le haga entrar? Una vez oí que una persona de mi entorno regalaba a todo el mundo siempre lo mismo: un libro. Por supuesto no siempre el mismo libro, sino uno pensado para cada persona, pero sabías que de su parte siempre te iban a caer un buen puñado de páginas. Esto es algo que a mí me encantaría poder hacer (entre otras cosas para evitar tener que pensar en regalos cada vez más espectaculares o rebuscados que superen a los del año anterior), pero que no puedo porque en actualidad literaria yo no soportaría ni una ronda de preguntas del 1,2,3… responda otra vez. Además, cuando un libro me gusta lo hace siempre por valores extra literarios (lugares comunes, sentimientos que me provoca o simpatía por el tema tratado), con lo que al haber conectado tanto con él y por cosas tan poco concretas, hace que se sobreestime su valor. La persona a la que intento transmitir esa emoción seguramente no sea capaz de entenderlo y lo único que conseguirás serán unas palabras suyas de decepción por el listón tan alto que tú le habías establecido. Y no hay nada peor que desear con muchas ganas que alguien comparta tu entusiasmo contigo y que éste no sea correspondido, o que directamente te entierren tu entusiasmo a dos metros bajo tierra, descartando todos y cada uno de los valores por los que tú habías encumbrado esa obra.

De cualquier modo, está claro que la subjetividad de toda obra (ya sea literatura, cine, pintura, fotografía) hace que día sí y día también te sientas ridículo porque te gusten cosas que al resto de la humanidad le parecen infumables. Con la fotografía, la música y la pintura más o menos todo el mundo está de acuerdo: te puede gustar o no, pero obtienes una impresión al primer vistazo/oído; cosa que no ocurre, por ejemplo, con la literatura o el cine, que precisan de una mirada mucho más pausada para que nos aventuremos a dar un veredicto. Y es ahí donde tu escala de valores entra en conflicto con la escala “artística” del resto de la gente, provocando cosas que hacen que te sientas como un estúpido por valorar aspectos que para el resto del mundo pasan desapercibidos: la portada, la maquetación, el olor de sus páginas, la dedicatoria de quien te lo regaló o los pasajes de tu vida que te ha hecho recordar (en el caso de un libro) o los títulos de crédito, la estética y ciertos diálogos (en el caso de una película): a ver cómo consigues transmitir eso a alguien sin caer en cursiladas y sin crear falsas esperanzas en una obra que, sin ser tuya, se ha convertido en algo tan propio que ya no puedes dejar de tener, y a la que siempre vuelves cuando quieres experimentar de nuevo todo ese proceso.

Publicado en Punto Cultural

No hay comentarios: