Hay que sufrir

Más tarde me interesé por su vida personal, e intenté comprobar si era tan tan mala como decían los libros de cine. Para ello, acudí a su biografía hecha película (Queridísima mamá) y comprobé que me había quedado corto. La hija, autora de la biografía en la que se basaba la película, contaba cómo las palizas eran habituales (por hechos absolutamente inocentes, como colgar la ropa en perchas de alambre) o cómo se convirtió en sustituta de su propia hija en la serie que ésta protagonizaba (en un camino a la inversa al realizado por Eva Harrington). Vamos, una femme fatale bigger than life.
Tenía la base lista para enfrentarme a algunas de sus películas, aquellas realizadas cuando ya los estudios vieron el tipo de personajes que sabía interpretar perfectamente, y que consiguieron encasillarla en el papel de madre capaz de hacer cualquier cosa (y cuando digo cualquier cosa es cualquier cosa) por defender su honor o el de su familia. Empecé con Camisa de fuerza, en el que protagonizaba el papel de una madre que, al sorprender a su marido en la cama con otra, procede al corte seco de cabeza mediante el método-hachazo a su marido y a la amante de éste, en presencia de sus propios hijos. Al final, como siempre, la cosa no era como nos habían planteado (otra vez) y no era tan mala como habíamos creído (parece que la estrategia de guionistas y productores era captar la atención del público mediante un tráiler en el que se nos mostraba a la Crawford que todos queríamos ver -enloquecida, asesina sin escrúpulos- pero una vez que la entrada estaba vendida, hacer que saliéramos del cine con una idea diferente a la que habíamos entrado). Fue uno de sus últimos papeles y ya era casi una caricatura de si misma.
Y este fin de semana he podido ver Mildred Pierce (Alma en suplicio), y la jugada se ha vuelto a repetir. La película, realizada por un Michael Curtiz que ya había triunfado en el mundo entero con Casablanca, es un vehículo para el lucimiento de la Crawford (Oscar incluido), esta vez de nuevo madre protectora de una hija desagradecida y ambiciosa. La película comienza con un asesinato (pero muy muy al comienzo, justo tras los títulos de crédito), y hace que durante todo el metraje se nos vaya mostrando, en forma de flashbacks, todo lo ocurrido hasta llegar a ese momento. La Crawford sabía perfectamente cómo interpretar personajes duales, y aquí lo hace hasta el final. Un final que, como casi todo el cine clásico que veo últimamente, se resuelve en menos de dos minutos. Eso si que es apurar el tercer acto y lo demás son tonterías. Una muestra de cine negro protagonizado por mujeres como ya no se hace.
Darle mérito a esta película es quitárselo directamente a Tacones Lejanos. Las referencias de la primera en la película de Almodóvar son notables (no cuento nada para no destripar la trama, pero no son referencias livianas precisamente), y hacen que ya no pueda verla con los mismos ojos. No es que sea una de mis películas favoritas, pero si quitas toda la paja (la subtrama de Miguel Bosé y su investigación, y porqué no decirlo, su interpretación) te quedan unas escenas entre Victoria Abril y Marisa Paredes que ponen los pelos de punta.
Son solo tres ejemplos que permiten, si no lo has hecho ya, acercarse a una mujer que, para mí, sentó las bases de la interpretación de personajes histéricos y pasados de rosca.