09 marzo 2007

Tu vida para los demás

Si hay alguna película en la cartelera actual que nadie debería perderse es “La vida de los otros”, film alemán del primerizo director de largos Florian Henckel von Donnersmarck. En ella, un agente de la Stasi (Policía secreta de la República Democrática Alemana) recibe el encargo de espiar a un famoso escritor que comulga con el régimen, pero del cual tienen sospechas. Esto, que podría desembocar en un thriller con persecución final incluida y muerte del malomalísimo en manos de un director usamericano, se convierte aquí en una inteligente, entretenidísima y sobre todo emocionante película que plantea muchas preguntas en la cabecita del espectador, de esas que tiene que resolver en casa él solito.

Evidentemente, en la película el espiado no sabe que lo está siendo; si no, el que espía no estaría protagonizando una película. Esto, que puede sonarnos a una cosa muy lejana que pasa en los países con regímenes dudosamente democráticos, es algo que soportamos día a día, sin darle la menor importancia. Lo peor de todo es que somos conscientes del control y la dependencia que ciertas empresas ejercen sobre nosotros, y nos da igual. He aquí el verdadero quid de la cuestión: asumimos ese control como parte del peaje que tenemos que pagar por acceder y disfrutar de las facilidades que proporciona este primer mundo.

Diariamente, una persona joven de clase media se levanta, va a trabajar y allí utiliza el ordenador como herramienta de trabajo. Mediante e-mail y teléfono se comunica con el exterior o dentro de la propia empresa, y utiliza internet para visitar algunas páginas de interés personal. Cuando termina su jornada laboral, decide pasar por el supermercado para hacer la compra, la cual paga con tarjeta. Y además aprovecha para devolver un producto que compró pero no le satisface. Ya en casa, y tras una buena ducha, decide comprar alguna película en el canal de pago.

Esta rutina, que puede ser común para la mayoría de la gente, hace que vayamos dejando pistas que las empresas van recogiendo y analizando. Al enviar un correo electrónico, éste es analizado por la empresa (Google, Hotmail, Yahoo…) para insertar en él anuncios publicitarios. Al navegar por páginas de interés personal, estamos dejando pistas que el proveedor de Internet puede utilizar a su favor para enviarnos emails publicitarios con productos relacionados con las páginas que visitamos. Al realizar la compra y pagar con tarjeta, estamos asociando nuestro nombre a la compra de, por ejemplo, de pañales para el bebé (ya saben que tenemos hijos), champú anti caída (saben que tenemos problemas capilares) o crema anti arrugas (nos preocupa nuestro aspecto externo). Al devolver el producto estamos dejando constancia de que somos un cliente potencialmente problemático y que estamos descontentos con el producto adquirido, y puede que sea conveniente que nos envíen bonos promocionales para poder recobrar la confianza en la empresa. Por último, la compra de una película en el canal de pago hace que, en caso de que esta película sea, digamos, exclusivamente para mayores de 18 años, estemos marcados de por vida como cliente potencial de este tipo de cine.

Seguramente ninguno de estos datos recogidos sirvan para nada más que para personalizar más la publicidad de sus negocios, pero no debemos olvidar que están en manos de empresas, las cuales se mueven en su mayoría por el interés económico. No es que tengamos que vivir en completa paranoia ni ver conspiraciones donde no las hay, pero sí que deberíamos plantearnos que el ritmo de vida que llevamos supone cargar con este equipaje que, para algunos es insignificante pero para otros supone ceder algo tan propio como su privacidad.

Publicado en puntocultural.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta esa peli. Lo hacen -siempre- rièndose de ellos mismos!!!