22 marzo 2007

Quiero vivir en la ciudad

Desde que tengo uso de razón, nunca he sido nada localista. En los telediarios que veía o los periódicos que leía, esas noticias me las saltaba o simplemente no les prestaba atención. De hecho nunca en mi vida he comprado un periódico local, ni antes que vivía en una ciudad pequeña ni ahora que vivo en una capital. Algo así me pasa con los blogs: no me gustan demasiado las entradas en las que el autor habla de cosas del tipo "me he levantado y he desayunado y después he visto a M." o "anoche estuve en la sala X y me encontré a J. y después K. me tiró la copa encima".
Es por eso que no suelo hacerlas y, aunque esta no se pueda considerar una de esas en el sentido más estricto, surge como consecuencia de las gilipolleces que oigo últimamente por aquí.

Resulta que, como que 50 años después de que esta ciudad planeara tener un metro, se alinean los astros para que interese políticos, terreno arcilloso y filtraciones de agua se pongan de acuerdo y empiece la construcción de la Linea 1. Llevamos 4 años con la ciudad levantada, y lo que nos queda, pues van a empezar con la construcción de las líneas 2,3 y 4 en breve. Pero como ciudadano, soy capaz de ver más allá de mis propios intereses y pensar que todo esto vale la pena por disponer de un puto metro, que llevamos dependiendo del pésimo servicio de los autobuses AÑOS. Pues parece que a la gente lo único que le preocupa es que los postes exteriores de ciertos tramos son muy feos y rompen con la estética de la zona. Con dos cojones. Y esto es solo un ejemplo de la de gilipollas que tienen voz y voto. Otros son: el carril bici no se debería haber construido porque "las bicicletas no producen nada para la economía del país"; la obra del único espacio público que podría convertirse en la nueva imagen de la ciudad (el proyecto Parasol de la Plaza de la Encarnación) es"demasiado moderno y no acorde con la realidad sevillana" y el tranvía que conecta todo el centro será un fracaso porque nadie está acostumbrado a coger tranvías (ejem... ¡pero si no ha habido antes!).

Lo mejor es pensar que todo esto sigue adelante, a pesar de todos estos que pretenden que vayamos al trabajo en coche de caballos con la cerveza en la mano vestidos de corto y con botos de Valverde del Camino. Un desatino propio de una ciudad que pretende ser moderna cuando no es más que una amalgama barroca de ideas y actitudes que nunca saldrá de su concepto (por supuesto autogenerado y alimentado por ellos mismos) de superioridad con respecto a las demás.

12 marzo 2007

Fisher & Díaz


Hay momentos en la vida en los que a veces, sin saber como, todo lo que pasa por tu cabeza se alinea con ciertos elementos externos que hacen que te plantees si es casualidad o simplemente pasa porque todo ocurre cuando tiene que ocurrir. Llevo meses dándole vueltas a muchas cosas en mi cabeza, cosas que además no voy a resolver por muchas vueltas que le de, y sin darme cuenta me he encontrado con una serie que, en su última temporada, converge todos esos miedos en unos argumentos, personajes y situaciones que de familiares me tienen asustado.

Para los que no hayan visto A dos metros bajo tierra, este no es un post en el que se vayan a dar argumentos para que lo hagan (la propia serie, por su temática y lo atípico de sus personajes y argumentos es la que elige a sus espectadores). De hecho, es casi preferible que si no has sentido interés antes de leer los posts que hablan de su final, no lo hagas. O por lo menos no lo hagas esperando un final espectacular o un golpe de efecto que cambie tu percepción sobre toda la serie. Este final (que en realidad dura cuatro capítulos) es tan grande porque pone punto y final a una trama compleja de una forma coherente. El hecho de no dejar ningún cabo suelto hace que se eviten posibles tentaciones futuras de resucitar (y nunca mejor dicho) la serie, y sobre todo pone en pie los principios por los que se mueve una cadena como la HBO americana, que ha marcado las pautas en cuanto a la ficción televisiva se refiere. Cuando en España vemos cosas como la muerte de personajes o cameos (que no hacen más que demostrar la falta de ideas en los guionistas) allí se preocupan por cosas tan absurdas como establecer las líneas argumentales para cada personaje desde el principio al final, no alargar más de lo estipulado inicialmente la serie o elegir actores que se comprometan con lo que están haciendo, y no crean que participar en televisión es peor que hacer una cutre obra de teatro en el Teatro La Latina. Pero claro, supongo que cualquier cosa es mejor que trabajar en cualquier ficción televisiva española.

El caso es que viendo la temporada final de la serie he llorado (mucho), he reído, he deseado la desaparición de algunos personajes (ese profesor de arte...), me he angustiado, he temido por cada personaje cada vez que había un fundido a blanco (los que la han visto saben a qué me refiero) y sobre todo, me ha hecho recordar las anteriores temporadas (en las que considero que no hay tantos altibajos como algunos piensan) y verlas como un camino necesario para llegar hasta aquí. Nunca en la vida me había identificado tanto con todos y cada uno de los personajes de una serie de televisión. Capítulos como el que David recoge al autoestopista, interpretaciones como la de Claire cuando descubre las ideas políticas de Ted o cuando Ruth dice aquello de "nunca consigo lo que quiero" o personajes como el de Brenda intentando luchar durante toda la serie contra todo lo que ella es hacen que se me olvide todo lo que yo consideraba que era bueno en cualquier obra dramática. Y todo eso sin hablar de los famosos seis últimos minutos. Todo esto en una serie que ha cambiado mi percepción del mundo y que me ha cambiado a mí.

Más en:

>> Nico en Laultimapelicula.com
>> Artículo en Edición limitada sobre la quinta temporada.
>> Web oficial

09 marzo 2007

El Vellocino de oro

De pequeño lo flipaba con las películas de dinosaurios. Lo recuerdo como lo que más me interesaba del mundo, junto con mi Spectrum. Incluso llegué a comprarme libros sobre la historia de la paleontología o catálogos sobre dinosaurios que me permitían ver todos y cada uno de los bichejos de la época. Por eso cada vez que pasaban Jason y los Argonautas por televisión me quedaba embobado delante de la tele preguntándome cómo conseguían mover esos bichos de esos tamaños y lograr que interactuaran con los protagonistas. Con los años lo entendí todo, y empecé a ver que detrás de esa técnica, utilizada en un montón de películas, había un nombre: Ray Harryhausen.

El tipo es uno de los creadores vivos más interesantes, y el que me impulsó a realizar algún pequeño corto en stop-motion con muñecos de papel albal. Después mis vocaciones se volvieron tantas que al final acabé por decidirme por la menos artística de todas. Pero esto no quita que siga maravillándome con el trabajo de este señor que alguien se ha encargado de recopilar en esta web en la que podemos ver todas y cada una de las criaturas que inventó, y además en movimiento. Todas con información de la película en la que aparecen. Pasen y vean...

>>Ficha en imdb.com

Tu vida para los demás

Si hay alguna película en la cartelera actual que nadie debería perderse es “La vida de los otros”, film alemán del primerizo director de largos Florian Henckel von Donnersmarck. En ella, un agente de la Stasi (Policía secreta de la República Democrática Alemana) recibe el encargo de espiar a un famoso escritor que comulga con el régimen, pero del cual tienen sospechas. Esto, que podría desembocar en un thriller con persecución final incluida y muerte del malomalísimo en manos de un director usamericano, se convierte aquí en una inteligente, entretenidísima y sobre todo emocionante película que plantea muchas preguntas en la cabecita del espectador, de esas que tiene que resolver en casa él solito.

Evidentemente, en la película el espiado no sabe que lo está siendo; si no, el que espía no estaría protagonizando una película. Esto, que puede sonarnos a una cosa muy lejana que pasa en los países con regímenes dudosamente democráticos, es algo que soportamos día a día, sin darle la menor importancia. Lo peor de todo es que somos conscientes del control y la dependencia que ciertas empresas ejercen sobre nosotros, y nos da igual. He aquí el verdadero quid de la cuestión: asumimos ese control como parte del peaje que tenemos que pagar por acceder y disfrutar de las facilidades que proporciona este primer mundo.

Diariamente, una persona joven de clase media se levanta, va a trabajar y allí utiliza el ordenador como herramienta de trabajo. Mediante e-mail y teléfono se comunica con el exterior o dentro de la propia empresa, y utiliza internet para visitar algunas páginas de interés personal. Cuando termina su jornada laboral, decide pasar por el supermercado para hacer la compra, la cual paga con tarjeta. Y además aprovecha para devolver un producto que compró pero no le satisface. Ya en casa, y tras una buena ducha, decide comprar alguna película en el canal de pago.

Esta rutina, que puede ser común para la mayoría de la gente, hace que vayamos dejando pistas que las empresas van recogiendo y analizando. Al enviar un correo electrónico, éste es analizado por la empresa (Google, Hotmail, Yahoo…) para insertar en él anuncios publicitarios. Al navegar por páginas de interés personal, estamos dejando pistas que el proveedor de Internet puede utilizar a su favor para enviarnos emails publicitarios con productos relacionados con las páginas que visitamos. Al realizar la compra y pagar con tarjeta, estamos asociando nuestro nombre a la compra de, por ejemplo, de pañales para el bebé (ya saben que tenemos hijos), champú anti caída (saben que tenemos problemas capilares) o crema anti arrugas (nos preocupa nuestro aspecto externo). Al devolver el producto estamos dejando constancia de que somos un cliente potencialmente problemático y que estamos descontentos con el producto adquirido, y puede que sea conveniente que nos envíen bonos promocionales para poder recobrar la confianza en la empresa. Por último, la compra de una película en el canal de pago hace que, en caso de que esta película sea, digamos, exclusivamente para mayores de 18 años, estemos marcados de por vida como cliente potencial de este tipo de cine.

Seguramente ninguno de estos datos recogidos sirvan para nada más que para personalizar más la publicidad de sus negocios, pero no debemos olvidar que están en manos de empresas, las cuales se mueven en su mayoría por el interés económico. No es que tengamos que vivir en completa paranoia ni ver conspiraciones donde no las hay, pero sí que deberíamos plantearnos que el ritmo de vida que llevamos supone cargar con este equipaje que, para algunos es insignificante pero para otros supone ceder algo tan propio como su privacidad.

Publicado en puntocultural.com

02 marzo 2007

El cine... de Lo que yo te diga

La gente de El cine de Lo que yo te diga en la Cadena Ser lleva años (muchos muchos) haciendo un trabajo excelente cada sábado. Han sobrevivido a directivos, cambios de hora, copas de europa, tours de Francia y a todo lo que se le ha puesto por delante. Su programa de cine, una mezcla de actualidad, crítica, buena música y un pelín de mala leche es de lo mejor que se hace en este país en cuanto a periodismo cinematográfico.

Suyas son también las galas de los Oscars y de los Goyas que, año tras año, consiguen que a veces uno se plantee si no es mejor bajar el sonido de la tele y escuchar directamente sus ácidos comentarios. Además Teófilo el Necrófilo (su crítico cinematográfico) es un personaje que critica con fundamento, como una persona "normal", los reportajes del programa van mas allá de la simple publicidad de las distribuidoras (tipo "Cartelera" en TVE) y siempre añaden elementos críticos o información extracinematográfica que ayudan a hacernos una idea del proceso de creación de la película o las dificultades de la misma. Lo único que hasta ahora me impedía seguirlo con asiduidad era su horario, de 5 a 7 de la tarde (cuando no había nada más importante que emitir) y de 3 a 5 de la mañana (creo), cosa que el bendito podcast ha venido a solucionar.

Desde hace unas semanas han empezado a emitir una serie de reportajes que han titulado "Las escenas que nos revolvieron el estómago" y que comenzaron con Pink Flamingos (y el famoso altercado entre Divine y el perro) y han seguido con Pepi, Luci, Bom y la escena de la lluvia dorada, Indiana Jones o El sentido de la vida de Monty Python. Cuelgo los dos primeros, porque no tienen desperdicio. Sobre todo la historia de Pink Flamingos.

Pink Flamingos


Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón

01 marzo 2007

Suéltate el pelo

Viaje con una cámara recién adquirida. Una Nikkon f55 con un gran angular y un teleobjetivo normalitos, pero infinitamente mejor que cualquier otro que haya tenido en mi vida. Carrete Fuji Superia Iso 400 para conseguir unos colores lo más contrastado posibles en fotos diurnas. Elección del mejor estudio de revelado de España (según la OCU) y advertencia de que tengan especial cuidado con las fotos que tienen entre manos. Resultado: Un pelo larguísimo que atraviesa la mayor parte de las fotos.

Descartado el fallo en el revelado (hay unas diez que no lo tienen), me doy cuenta que la foto que inicia la serie "La Mancha con pelo" corresponde a una que realicé con teleobjetivo. En el momento del cambio de Gran Angular a Teleobjetivo se debió colar el dichoso pelo y empezó a adornar todas las fotos restantes. Mi gozo en un pozo, y una pena porque las fotos (algunas) me habían quedado muy bien....