16 agosto 2007

¿Quién teme a Virgina Woolf?


Una película para mujeres de mente sucia. Así es como algún crítico norteamericano la definió en su estreno, allá por el año 1966. Aunque esa frase bien podría definir perfectamente también a todos los personajes de esta película, empezando por Elizabeth Taylor (cuando aún era Elizabeth y no Liz, sombra entre patética y encantadora de lo que es en la actualidad) y acabando por Sandy Dennis (la jovencita inocente que al principio es una convidada de piedra pero que al final también tendrá mucho que decir), que aprovechan una no-deseada-reunión entre amigos para soltar las puyas más grandes que sus sucias mentes podían haber imaginado.

Como consecuencia, una película hiriente, salvaje, nada complaciente, que juega con los sentimientos del espectador obligándole a asistir a más de dos horas de autodestrucción de una pareja a las que ni siquiera da tiempo de coger cariño. Pero al contrario que otras historias en las que rápidamente te pones del lado de uno u otro, aquí no hay ni buenos ni malos. La autodestrucción no es la consecuencia de nada, sino los cimientos en los que se basa su relación. Una relación construida sobre insultos, desprecios, reproches y ataques al ego. Siempre ha sido así, y eso es algo que entendemos al finalizar la película.

No creo que haya nadie que pueda salir indemne del visionado. El vertiginoso diálogo (en contraste con un guión de lo más pausado, en el que, visto desde fuera, no pasa nada) hace avanzar la historia por caminos cada vez más truculentos, más despiadados y más dañinos. Mike Nichols (en su primera película, atención) parece disfrutar hurgando en la herida y sugiriendo, muy por encima, posibles motivos que consigan hacernos entender el porqué del comportamiento de los personajes.

Una película dura que removió los cimientos más puritanos de Hollywood: junto al desnudo de diez segundos de Blow up de Antonioni, el uso continuado de insultos de boca de la Taylor y Burton propiciaron la creación del sistema de clasificación por edades que aún hoy se mantiene en el cine americano con leves modificaciones y que fue modelo para otros países. La película fue calificada con un NC-17 que restringió a los espectadores más jóvenes (no sé si también a las mujeres de mente no-sucia).

Pero si por algo se merece pasar a la posteridad (además de por la interpretación desquiciada de sus protagonistas y por ser uno de los últimos ejemplos de una manera clásica de hacer cine) es por ser una de las películas más aterradoras de la historia, pero no por lo que se ve, sino por el terror que uno siente al pensar en que su relación, con los años, pueda acabar así. Como una versión X de "Dos en la carretera"...

>> Ficha de la película

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Su crítica a esta película, para mi totalmente desconocida hasta el momento, ha provocado en mi un deseo irrefrenable por verla cuanto antes.
Besos de Marco!!!

Mambotaxi dijo...

Pues nada, a verla, que hay que ensuciarse la mente de vez en cuando. ¡Ya basta de corrección política!

elbuenaviador dijo...

Es cierto que ver esta película supone un ejercicio de paciencia y resistencia.
Para mí ha sido una de las pocas películas en la que lo más evidente es la sensación que te deja, sin importar realmente la historia que se cuenta. Ese desasosiego lo consiguen muy pocas...

Nada como quedarse pasmado ante tanta crueldad, alcohol, puntos negros y diversos traumas y shocks. Un sentido del humor no apto para puritanos...

Demasiado cruda para que nos sea indiferente. Un ejercicio de estilo al trasladar una estética teatral al cine. Un gran acierto. Un "tour de force" entre dos personajes rotos por el amor que únicamente cometen un pecado: ser dos perdedores que se quieren.

...y las interpretaciones...IMPECABLES. Y la Taylor (ya sea Elisabeth o Liz) se nos presenta de un modo ROTUNDO.
Saludos aéreos...y viva Edward Albee!!!

Mambotaxi dijo...

Una cosa que se puede ver en los extras es que, en el rodaje de "La gata sobre el tejado de Zinc", uno de los días de rodaje, el marido de Liz se mató en un accidente de avión. Ella volvió, al poco tiempo, y siguió rodando la película. No sé si hay un momento en que la interpretación se vea afectada por ese acontecimiento externo, pero sí que da una idea del tipo de actriz que era.
También hay que decir que fue ella la que impuso a Mike Nichols y a Burton, pues los productores preferían a Newman. El poder que tenía en la industria en ese momento le permitía hacer ese tipo de cosas...