10 agosto 2007

Miedo a la decoración Estilo Imperio

Tras la mudanza!, llega el momento de tener que decidir cuál va a ser la decoración de tu nueva casa. Es un momento decisivo, ya que los tiempos en los que decía "Bah, si dentro de dos años me largo de aquí y no sé ni donde voy a ir" se han acabado: esta es la casa definitiva, en la que pasaré muchos años (espero). Así que lo de elegir el color de una pared o la disposición de tal cuadro no es algo que se deba de tomar a la ligera. Si por mi fuera, mi casa sería, así entera, como la nave de Barbarella. Pero viendo que eso es materialmente imposible, uno intenta acercarse lo más posible a esa idea con lo que los diseñadores suecos han tenido a bien diseñar.

En primer lugar, tengo que decir que esto me está sirviendo para darme cuenta de una cosa: no tengo ni puta idea de decoración. Si durante toda mi vida he estado dándole vueltas a la casa que quería (con planos muy detallados de la misma dibujados en clase durante mis horas de religión), al tipo de decoración que me gustaba, mis colores favoritos..., después llega la hora de la verdad y soy incapaz de imaginar cómo puede quedar algo hasta que lo compro y lo veo puesto. Con los colores de las paredes me ha pasado eso: de mi reticencia inicial ("esto va a parecer una guardería") a la satisfacción actual. Con la decoración me pasa algo parecido: los elementos decorativos entre los que me muevo no pasan de cajas de cartón y lámparas, y tú me dirás qué se puede hacer con eso. Además, Globomedia se ha dedicado a destrozar y democratizar montones de elementos que antaño molaban, pero que de tanto verlos a mí ya se me ha amoldado la retina a ellos. Un ejemplo: Audrey Hepburn. En litografía, en composición tipo Warhol, en serigrafía... De todas las maneras posibles, este icono naïf pop ha perdido todo su encanto. Lo último: ceniceros con su cara: la globalización más salvaje aplicada a las estrellas de cine clásico (además de el cúlmen del mal gusto).

Otra aspecto que me impide elegir ciertos objetos es mi obsesión por eliminar de mi vida todo aquello que me recuerde a un piso de estudiantes. He estado tanto tiempo en ellos (incluso después de acabar mis estudios, el piso seguía parecióndolo) que es ver un tablón de corcho de esos para colgar fotos y es echarme a temblar. Por no hablar de las papeleras, las estanterías de 5 baldas de venta en Carrefour o los pósters en la pared sin marco alguno (o peor: con la cosa esa que es un tablero trasero, un cristal y montones de clipos de sujeción).

En fin, que aunque poco a poco la cosa va saliendo para adelante hasta que no lo vea todo montado no voy a tener conciencia de si me gusta o no el resultado. Por ahora tiene buena pinta, aunque a veces temo caer en el horror vacui que tanto detesto y acabo descartando ciertas ideas (hasta disponer de paredes más grandes, eso sí). Eso sí, todo esto me ha servido para reafirmar mi odio hacia el provenzal. ¡Viva el cartón prensado!

Seguiremos informando...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

decora decora que ya el dia 22 nos encargaremos las 10.000 personas que vamos a la macrofiesta de darle un ultimo toke destroy retro que tanto e gusta

Los tres discipulos de Shyva dijo...

que guay lo de dejar la casa de estudiantes. hasta los mismo estoy yo de compartir, y no tener espacio y todo en el armario

Mambotaxi dijo...

Bueno, no es que me queje de compartir, sino de vivir en una permanente sensación de temporalidad. Que todo lo que hagas en cuanto a la estética de tu piso tenga ese estilo de cutrez porque sabes que es temporal me mataba hasta hace poco.
Compartir piso está bien, siempre que lo hagas con las personas adecuadas, eso sí. De todas formas, en tu caso, cabría preguntarse quien estará más harto de quien...