El cine de colorín (II)
Sesión dos de esta fiebre por le cine de aventuras de colorín que me ha entrado. A ver si dura...
Hoy una doble con Stewart Granger. Para los que no lo conozcáis, el hombre fue el elegido para una serie de películas de aventuras en los 50, como prototipo de galán aventurero en una época en la que Errol Flyn no estaba ya para esos trotes. Como botón de muestra, dos películas que encajan perfectamente el molde aventuras-colorín: El Prisionero de Zenda y Scaramouche.

Sin ser nada del otro mundo ni redescubrir nada que otras películas de aventuras hayan hecho, la película de Richard Thorpe es una muy entretenida cinta donde hay amor, traición, ansias de poder, pistolas, luchas con espadas, amores imposibles, deberes ineludibles que cumplir, saltos, decorados de cartón piedra y vestuario de lujo. Y a mi, con la mitad de esas cosas ya me vale. Stewart Granger se revela como un hombre talludito, pero acorde con la edad del protagonista, quesin comerlo ni beberlo y debido al gran parecido con el rey de Ruritania (ejem...) se ve en la obligación de sustituirle en la toma de posesión ya que el verdadero rey ha caído bajo los efectos de un veneno que le dejará 48 horas dormido. Evidentemente la cosa se complicará y tanto el hermano del rey como su compinche (me encanta esta palabra) harán todo lo posible pordescubrir el engaño.
A pesar de que es bastante improbable que nadie en el reino se diera cuenta del cambiazo (ni su propio hermano...), la cosa avanza de una manera muy interesante, con retos que se le van presentando al bueno de Granger que hacen que la cosa se complique cada vez más. La lucha final con James Mason es el clímax que la historia merecía y que deja en evidencia lo adecuado de Mason para el papel. Y aunque lucha a espada hay poca, se ve compensado por la historia de amor imposible, el tejemaneje de los aspirantes a reyes o la eterna diatriba entre lo que a uno le apetece hacer y lo que debe de hacer. Muy buena.

Los aspectos técnicos merecen un capítulo aparte. Siento una curiosidad tremenda por saber porqué en el cine se hace una cosa como esta: tenemos los actores en un plano, en medio del campo. Hay planos generales en los que están todos (y son ellos, no dobles) y se ve claramente que estamos en un escenario natural. Acercamos el zoom un poco (sin llegar si quiera al plano americano) y ya tenemos croma. Joder, a mi me mola un montón el croma pero es que ¡¡¡canta demasiado!!! Y lo peor es que no veo la necesidad de hacerlo... si ya estás ahí con todo el mundo desplazado, ¿no sería mejor tirar tres planos más y recurrir al croma que por muy barato que sea siempre va a ser más caro que diez metros de película? El otro aspecto técnico que me llamó la atención fue la bajada de fps en las escenas a caballo para hacer que parezca que todo va más rápido. Una vieja técnica usada en miles de películas mudas o de acción, pero que para esa época yo ya creía superadas. Dos detalles que no son más que anécdotas en una película que me ha gustado pero de la que esperaba algo más. Y se suponía que Scaramouche era la que me iba a gustar más y Zenda la que menos, y al final ha sido totalmente al revés.
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