09 marzo 2009

El cine de colorín (II)

Sesión dos de esta fiebre por le cine de aventuras de colorín que me ha entrado. A ver si dura...

Hoy una doble con Stewart Granger. Para los que no lo conozcáis, el hombre fue el elegido para una serie de películas de aventuras en los 50, como prototipo de galán aventurero en una época en la que Errol Flyn no estaba ya para esos trotes. Como botón de muestra, dos películas que encajan perfectamente el molde aventuras-colorín: El Prisionero de Zenda y Scaramouche.

El prisionero de Zenda es un libro que todos los veranos estaba en la mesita de noche de la casa de campo donde veraneábamos. Es, junto a El hombre invisible, las dos novelas que logré evitar durante esos veranos de calor. La verdad es que prefería a Los Hollister, una serie de libros sobre una pandilla (una copia descarada de Los 5) que vistos ahora parecen bastante infumables pero que a mi me chiflaban. El caso es que empezaba El prisionero... cada 22 de junio y llegaba septiembre y volvía a abandonarlo con no más de 20 páginas leídas, para retomarlo al año siguiente con las hojas un poco más pegadas debido a la humedad que sufría la casa en invierno. Y así hasta hoy, en que he podido por fin enterarme de qué va la historia del dichoso prisionero. 

Sin ser nada del otro mundo ni redescubrir nada que otras películas de aventuras hayan hecho, la película de Richard Thorpe es una muy entretenida cinta donde hay amor, traición, ansias de poder, pistolas, luchas con espadas, amores imposibles, deberes ineludibles que cumplir, saltos, decorados de cartón piedra y vestuario de lujo. Y a mi, con la mitad de esas cosas ya me vale. Stewart Granger se revela como un hombre talludito, pero acorde con la edad del protagonista, quesin comerlo ni beberlo y debido al gran parecido con el rey de Ruritania (ejem...) se ve en la obligación de sustituirle en la toma de posesión ya que el verdadero rey ha caído bajo los efectos de un veneno que le dejará 48 horas dormido. Evidentemente la cosa se complicará y tanto el hermano del rey como su compinche (me encanta esta palabra) harán todo lo posible pordescubrir el engaño. 

A pesar de que es bastante improbable que nadie en el reino se diera cuenta del cambiazo (ni su propio hermano...), la cosa avanza de una manera muy interesante, con retos que se le van presentando al bueno de Granger que hacen que la cosa se complique cada vez más. La lucha final con James Mason es el clímax que la historia merecía y que deja en evidencia lo adecuado de Mason para el papel. Y aunque lucha a espada hay poca, se ve compensado por la historia de amor imposible, el tejemaneje de los aspirantes a reyes o la eterna diatriba entre lo que a uno le apetece hacer y lo que debe de hacer. Muy buena.

La segunda de hoy es Scaramouche (que en mi cabeza siempre ha estado confundida con Esquilache... algún día hablaré de cosas que en mi cabeza son lo mismo pero que después ya se ve lo que tiene que ver), también protagonizada por un Granger dispuesto a todo pero al que físicamente el cuerpo no acompañó. Lo peor que le puede pasar a un héroe es que éste parezca viejuno y torpe en sus movimientos (a no ser que estemos hablando de otra cosa), y Granger no creo que sea el más adecuado para las aventuras de Scaramouche. Así como en Zenda el tipo era perfecto, pues el personaje requería de cierta madurez física y mental, aquí la cosa  es mucho más física y ahí Granger queda un poco ridículo, como de galán trasnochado (léase Roger Moore haciendo de James Bond). Una vez superado eso (que yo no pude), la película es un folletín pero de los buenos: hermanos que no lo son, pero después sí y al final resulta que no, padrastros que revelan al verdadero padre que a su vez revela que no es el verdadero, enemigos de sangre aunque ellos no lo sepan, alter egos escondidos tras una máscara, persecuciones a caballo, historia de amor imposible y montones de escenas de lucha con florete. Si el componente lucha de espadas en Zenda era más bien anecdótico, en Scaramouche se convierte en el eje principal, en la forma de resolver todos los conflictos (y de estas escenas hay algunas que no están rodadas con demasiada maestría, como la final en el teatro). Y aunque la película es entretenida, hubo momentos en que me aburrí un poco. Cosa que no entiendo, porque casi todo ocurre al final y podían habernos dosificado un poco los acontecimientos a lo largo del metraje. Para más inri, como he dicho, a Granger le queda viejo el traje de espadachín, y su parteneaire Janet Leigh no puede actuar de una forma más clásica (léase cursi). 

Los aspectos técnicos merecen un capítulo aparte. Siento una curiosidad tremenda por saber porqué en el cine se hace una cosa como esta: tenemos los actores en un plano, en medio del campo. Hay planos generales en los que están todos (y son ellos, no dobles) y se ve claramente que estamos en un escenario natural. Acercamos el zoom un poco (sin llegar si quiera al plano americano) y ya tenemos croma. Joder, a mi me mola un montón el croma pero es que ¡¡¡canta demasiado!!! Y lo peor es que no veo la necesidad de hacerlo... si ya estás ahí con todo el mundo desplazado, ¿no sería mejor tirar tres planos más y  recurrir al croma que por muy barato que sea siempre va a ser más caro que diez metros de película? El otro aspecto técnico que me llamó la atención fue la bajada de fps en las escenas a caballo para hacer que parezca que todo va más rápido. Una vieja técnica usada en miles de películas mudas o de acción, pero que para esa época yo ya creía superadas. Dos detalles que no son más que anécdotas en una película que me ha gustado pero de la que esperaba algo más. Y se suponía que Scaramouche era la que me iba a gustar más y Zenda la que menos, y al final ha sido totalmente al revés. 

No hay comentarios: